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Introducción

La Teoría de la Identidad Social –o TIS, por sus siglas– surge en los años 70 dentro de la psicología social, de la mano de Henri Tajfel y John Turner.

Esta teoría busca explicar cómo las personas se identifican con los grupos a los que sienten que pertenecen, y cómo esa identificación influye en su comportamiento, sus emociones y su forma de percibir la realidad y a sí mismas.

A través de los mecanismos psicológicos que describe la TIS, resulta sorprendentemente fácil manipular a las personas, incluso hasta llevarlas a participar en actos extremos como los genocidios. Por eso, comprender cómo funciona el pensamiento grupal es especialmente importante hoy, en un contexto de creciente polarización.

Orígenes y fundamentos teóricos

La TIS nace como un intento de comprender los prejuicios y la discriminación entre grupos sociales.

Hasta ese momento, las teorías existentes se centraban sobre todo en las características individuales de las personas que mostraban estas actitudes. Sin embargo, la TIS pone el foco en cómo la simple pertenencia a un grupo puede influir en nuestro comportamiento y forma de pensar.

Según esta teoría, cada persona tiene una identidad personal, que la define como única, y una identidad social, que proviene de los grupos a los que pertenece. La importancia de una u otra dependerá del contexto en el que nos encontremos.

Etapas clave la Identificación Social

La TIS describe tres etapas fundamentales en este proceso:

1) Categorización social

Nuestro cerebro es muy hábil creando categorías. Esta capacidad nos ayuda a organizar la realidad, anticiparnos y tomar decisiones más rápidamente. Sin embargo, también puede llevarnos a reducir a las personas a etiquetas.

Categorizamos constantemente: a nosotras mismas y a los demás. Podemos ver a alguien como madre, policía, político, de derechas, de izquierdas, etc. Esto simplifica la realidad, pero también la distorsiona.

Por ejemplo, si creemos que todos los italianos aman la pasta, al conocer a una persona italiana, asumiremos automáticamente que le encanta, aunque no sea cierto.

2) Identificación social

Cuando sentimos que formamos parte de un grupo, empezamos a identificarnos con él. Adoptamos sus valores, creencias y actitudes, y nos afecta emocionalmente lo que le pase al grupo.

Los éxitos o fracasos del grupo se sienten como propios, lo que afecta directamente a nuestra autoestima. Y para proteger esa autoestima, activamos mecanismos como la negación o la racionalización, justificando o minimizando aquello que pueda dañar la imagen del grupo… y, por extensión, la nuestra.

3) Comparación social

Una vez que nos identificamos con un grupo (nuestro endogrupo), tendemos a compararlo con otros (exogrupos) para mantener o mejorar nuestra autoestima.

En este proceso, es habitual que despreciemos o infravaloremos a los otros grupos, lo que nos permite sentir que el nuestro –y, por tanto, nosotras mismas– es mejor.

Implicaciones psicológicas y sociales

Autoestima y percepción del mundo

Cuando nuestra autoestima depende fuertemente del grupo al que pertenecemos, podemos perder capacidad crítica hacia las acciones o discursos de ese grupo. Incluso llegamos a justificar cosas que antes hubiéramos rechazado.

Un ejemplo claro sería el de personas defendiendo el saludo nazi de Elon Musk, cuando quizá hace no tanto hubieran condenado ese gesto si viniera de cualquier otro.

Sobreidentificación y amoldamiento

Algunas personas, sobre todo si tienen una autoestima baja o una identidad individual poco definida, pueden fundirse con el grupo. En esos casos, asumen sin cuestionar sus ideas y valores como si fueran propios.

Así, pueden acabar apoyando conductas que antes rechazaban, o que rechazarían si las viesen en otro grupo.

Prejuicios y discriminación

La necesidad de ver a nuestro grupo como superior puede generar prejuicios y actitudes discriminatorias hacia los demás. Algunos grupos incluso promueven estos prejuicios, deshumanizando a los otros o exaltando la valía del propio grupo.

En estas dinámicas encontramos el origen psicológico de muchos conflictos, incluidos los genocidios.

Dinámicas de agresión

Los prejuicios pueden traducirse en agresiones más o menos visibles. Algunas son sutiles, como las microagresiones o la discriminación institucional; otras son más abiertas, como la violencia verbal, la exclusión o incluso el ataque físico.

Conclusión

La Teoría de la Identidad Social nos ayuda a entender cómo:

  • Clasificamos a las personas (y a nosotras mismas) en distintos grupos
  • Nos identificamos con algunos de ellos
  • Y nos comparamos con otros, buscando mantener una imagen positiva de nuestro grupo.

Plantea que nuestra identidad está compuesta, al menos, por dos partes:

  • Una identidad individual, que nos hace únicas
  • Y una identidad grupal, que nace de los grupos a los que pertenecemos.

Cuando esta identidad grupal es muy fuerte, se activan mecanismos psicológicos de defensa que buscan proteger no solo la imagen del grupo, sino también la nuestra. Podemos acabar justificando acciones dudosas, negando hechos o adoptando actitudes contrarias a nuestros propios valores.

Además, ver a los demás como parte de grupos ajenos puede llevarnos a distorsionar su imagen, a prejuzgarlos o incluso a deshumanizarlos, especialmente cuando formamos parte de grupos intolerantes.

Por eso, es fundamental ser conscientes de estos mecanismos: preguntarnos cuándo estamos siendo prejuiciosas, cuándo estamos defendiendo a nuestro grupo sin pensar, o cuándo estamos justificando lo injustificable solo por lealtad.

Desarrollar esta conciencia es clave para una convivencia más sana, menos manipulable y más humana. Porque, por encima de todo, todas y todos pertenecemos a un grupo común: la humanidad.

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