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El camino a una mejor salud mental

En este artículo vamos a ver 4 elementos que, aplicado a nuestro día a día, pueden facilitar que llevemos una vida más plena, acorde con nosotrxs mismxs y de mayor bienestar mental (y corporal).

Estos 4 elementos han sido extraídos del trabajo de Gabor Mate en su fantástico libro The myth of normal.

Cada uno de estos elementos representa una cualidad sana correspondiente a necesidades humanas que, por desgracia, suelen ser reprimidas o desatendidas.

Hacerle hueco a estos principios en nuestra vida va a ser un paso decisivo a la hora de mejorar nuestro bienestar emocional y psicológico.

Veamos cuales son.

Autenticidad

Es una cualidad difícil de concretar, de hecho muchas veces en la cultura de hoy en día, donde exhibirse al público a través de redes sociales es el pan de cada día, somos testigos de una «autenticidad» impostada.

La autenticidad es una experiencia, normalmente, sabemos reconocerla cuando está presente pero es difícil de explicar en palabras, como el amor.

La autenticidad en si no puede ser perseguida, no se trata de intentar ser una imagen ideal de lo que creemos ser. Para poder ser auténticos, primero hemos de aceptar lo que somos por completo.

No avergonzarnos, no tener miedo a no agradar a todo el mundo o de decepcionar a alguien. No machacarnos por nuestras cualidades «negativas». Ya que siguen siendo una de las partes que nos componen.

Cuando no hay autenticidad, aparecen:

  • Tensión
  • Ansiedad
  • Irritación
  • Arrepentimiento
  • Depresión
  • Fatiga.

Cuando experimentamos estas sensaciones podemos preguntarnos:

  • ¿Hay algo que me estoy diciendo y no escucho, resisto, evito?
  • ¿Hay verdades que no expreso o siquiera contemplo por miedo a perder seguridad o pertenencia?
  • ¿En algún encuentro reciente he pasado por encima de mis emociones, necesidades, valores o yo mismx?
  • ¿Qué miedos, qué historias reconozco que me han impedido ser yo?
  • ¿Conozco siquiera mis valores?

Cuanto más nos veamos, nos escuchemos. Cuanto más claro veamos como nos sentimos, como nos afecta lo que nos ocurre. Cuando más sincerxs seamos sobre nuestra propia experiencia. Más a mano tendremos el ser auténticos.

Cuando nos reconozcamos cosas como:

  • «Esto me duele»
  • «En realidad no creo en lo que acabo de decir»
  • «Me da miedo estar en esta situación»
  • «Siento que tengo que entretener a esta gente»
  • etc.

Nuestra autenticidad se verá reforzada.

Cuando hayamos desarrollado esa habilidad de tener conciencia, de reconocer, poco a poco será más fácil poder decidir cómo actuamos antes de que nos traicionemos o nos pasemos por encima.

Puede que antes nos diésemos cuenta a posteriori (y nos comiéramos la bola), pero ahora podemos tomar una pausa y decirnos «Me doy cuenta de que estoy a punto de tragarme esta emoción, de censurarme este impulso, ¿Es esto lo que quiero hacer? ¿Hay otra opción?».

Poco a poco aparecerán nuevas opciones que reemplazan viejas dinámicas automáticas y auto-perpetuadas. Volviéndonos más auténticxs poco a poco.

Agencia

Tener agencia implica sentirse con la capacidad de libremente tomar responsabilidad de nuestra propia existencia. Con responsabilidad nos referimos a nuestra habilidad para responder, ante las distintas situaciones y decisiones que se presentan en nuestra vida tanto como sea posible.

Sentir que no tenemos agencia o algún tipo control sobre nuestra situación es una experiencia muy estresante que puede causar y exacerbar distintos problemas psicológicos.

Aunque muchas veces en la vida carecemos de control sobre elementos que afectan a nuestra situación, la sensación de agencia puede emerger cuando decidimos quienes y cómo queremos ser en nuestras vidas, qué partes de nosotrxs queremos nutrir y utilizar como guía de nuestras acciones y forma de entender lo que nos ocurre.

Para ello normalmente tendremos que reevaluar nuestra relación con aquellas partes de nosotrxs mismxs con las que tradicionalmente nos hemos identificado. Puede que hayamos dedicado en nuestra vida mucha energía a ser «un buen hijo», «una persona buena», «alguien divertido», etc. Porque hemos aprendido que actuando así nos asegurábamos el amor y la protección de nuestras figuras de apego.

Tomar agencia al respecto implicaría evaluar desde donde llevamos las acciones que cumplen estos roles fijos, y pasar del «hay que», «tengo que», «debo de». A un yo elijo, «yo quiero«, conscientes, meditados y genuinos.

En última instancia consistirá en responder a cada momento vital desde un lugar de responsabilidad y conciencia, en base a lo que nos dice nuestro «yo» más auténtico en lugar de en respuesta a lo que creemos que se espera de nosotrxs o que tenemos grabado en nuestra personalidad y no hemos cuestionado.

Ira/Enfado

Con ira hablamos de un enfado sano, es decir, no se trata de ira descontrolada, resentimiento, mala hostia, despecho, mala sangre, etc. Normalmente estas expresiones de la ira o enfado son resultado de haberse estado tragando el enfado o no haber sido conscientes si quiera de que estaba presente.

Como hemos hablado antes, la ira, el enfado, la agresividad es una emoción necesaria que nos permite defendernos a nosotrxs y lo que nos importa. Es una herramienta indispensable a la hora de establecer límites y protegernos.

Como suele tener mala fama es normal que la reprimamos, que la ignoremos o nos la censuremos. Que no queramos molestar, o incomodar, o ser «malas personas» si la ejercemos en forma de límites, como decir NO.

Pero tratar el enfado o la ira de esta manera suele desencadenar en problemas de todo tipo.

La ira sana se basa en una conciencia en el momento de su presencia, un poder darle salida, o al menos reconocer y aceptar su presencia, sin vergüenza, culpa ni justificaciones. Si la atendemos en el momento no se acumulará de forma insana generando mierda.

Bien atendida permitirá que vivamos con menos estrés, que nuestras relaciones sean más sanas y seamos más capaces de proteger e incluso perseguir aquello que nos importa.

El enfado bien expresado, al igual que con la autenticidad, no se trata de una performance. Se trata, en su núcleo, de un conciso y potente NO, dicho con tanto ímpetu como la situación lo requiera.

Cuando nos encontremos justificando una situación que nos lleva estresando un tiempo, diciéndonos que «no es tan malo», «no quiero crear problemas», «bueno, puedo soportarlo», es probable que sea un buen momento para darle espacio al enfado que probablemente esta encendiendo su llamita en nuestras entrañas.

Aunque sólo sea la admisión de que algo no nos gusta, o que no lo queremos ya sería un primer paso a entrar en contacto con este enfado saludable.

Aceptación

La aceptación, es un elemento clave en la búsqueda del bienestar y salud psicológicas (y física).

Entendemos por aceptación el observar y permitir la experiencia de las cosas tal y como son. No se trata de simplemente ser pasivos y resignarnos. Es más el reconocimiento de que las cosas en el momento son como son y no pueden ser otra cosa que lo que son.

En lugar de pelearnos, engañarnos o resistirnos a lo que ocurre, la aceptación consiste en simplemente estar con ello. Si por ejemplo me siento triste, en lugar de ocuparme en otras cosas para no sentirlo, o de machacarme, o de preguntarme preocupada porqué me pasa esto o de querer que se me pase, simplemente reconozco que estoy triste y en ese momento lo sostengo, lo experimento, reconozco que es la realidad de ese momento y mi experiencia.

La negación de nuestra experiencia, su censura o crítica, acaba siendo una cagada porque es negarnos a nosotrxs mismxs de una forma antinatural.

La aceptación no siempre es fácil de llevar a cabo y esta dificultad es conveniente aceptarla también. Muchas veces el impulso ante situaciones y emociones incómodas va a ser querer evitar, negar, reprimir o controlar, nuestro cerebro quiere solucionarlas como si fuesen un problema y es a lo que tiende.

A veces, la aceptación comienza en reconocer que ni si quiera sabemos lo que estamos sintiendo.

No debemos confundir la aceptación con tolerancia, no se trata de «aguantar» lo que nos está ocurriendo, se trata de estar presente, con consciencia, sin resistirnos a ello. Esta actitud consciente favorece los otros 3 factores. Si hay ira, la aceptación le dará su espacio, la reconocerá, al hacerlo de forma consciente tendremos agencia sobre nuestra experiencia y escuchando lo que nos está ocurriendo podremos actuar de forma auténtica.

Tolerar lo que no se puede tolerar, como situaciones de abuso o negligencia, resignarse a ellas implicaría negar nuestras necesidades, lo que sentimos. La aceptación sería ser capaces de reconocer y sostener el dolor, el enfado, la tristeza que experimentamos. Y utilizarlos, así, para tomar agencia en nuestra situación y pasar a la acción.

Así, la aceptación de nuestros estados internos, de nuestras emociones es un primer paso para la acción de cara a solventar aquello que nos hace daño, de cara a perseguir aquello que necesitamos y «nos pide el cuerpo».

Cierre

Esperamos que os haya sido útil el artículo. No puedo dejar de recomendaros el libro The myth of normal ya que está repleto de joyas e interesantes insights.

Si te interesa desarrollar estas facetas de tu vida con más detalle y crees que el acompañamiento terapéutico puede serte beneficioso (lo suele ser), puedes contactar con nosotrxs. Cada vez más personas se benefician de acudir a terapia.

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